Os cuento mi historia, de Francisco Olmos Fernandez Corugedo.

Viviendo en Madrid se ven muchas cosas, hay muchas culturas conviviendo y es fácil conocer a personas de todas clases sociales. De pequeño tenía muchos amigos sudamericanos, jugábamos mucho, y conocí muy bien a sus familias y sus orígenes. De esta manera conocí sus historias, las carencias de sus países, y más aún de las zonas pobres de sus países. Al mismo tiempo me convencí que era una cultura que me apasionaba. ¡Si tenía más amigos peruanos que españoles! :) En aquel momento aún no sabía cómo, pero sabía que mi vida me llevaría a esas regiones.

La infancia, la adolescencia, mis relaciones familiares, personales y sociales… todo iba de maravilla. Siempre era una persona a quién la gusta ayudar, apoyar, organizar, involucrarme en todo lo bueno. Y, por suerte, viviendo en Madrid, oportunidades no me faltaban. 

Entre unas cosas y otras un día decidí apuntarme a un voluntariado. Puede ser que simplemente me tocó el correspondiente, puede que era el destino, pero desde el primer minuto sabía que iban a formar parte de mi vida. Nunca dejé de ser voluntario. Iba recogiendo las piezas del puzzle de mi futuro. En todas las organizaciones les sobana quien era Francisco Olmos Fernandez Corugedo.

Justo en esos voluntariados conocí el papel tan importante que tenía la psicología. Muchas cosas de las que hacían parecían tan “banales”. Un simple taller de cualquier cosa. Al principio pensaba que lo podía hacer cualquiera. Hasta que un día, uno de los pocos que simplemente hubo tiempo libre, me puse a hablar con María. Era la psicóloga de ese centro. Era marzo, había cumplido los 16 hacía 3 semanas. Ese día hacía un sol bastante sorprendente para la fecha. Imaginados lo mucho que me cambió esa charla, si me acuerdo de esos detalles 40 años después. Aquel día nació Francisco Olmos Fernandez Corugedo, el futuro psicólogo.

En aquel momento María me había comentado qué es lo que hace en los talleres, me explicó cómo se unen las cosas, que ninguna de las actividades tan triviales que parecen serlo, lo son. Cada una es una pieza de un objetivo mucho más grande, que nadie ni siquiera sabe que va consiguiendo: como aumentar la autoestima, trabajar las habilidades sociales, conocer la importancia de la amistad, respeto, sinceridad. Y si te fijas, todo eso en un simple juego de roles. Los adolescentes vienen a pasárselo bien, para no estar en la calle y mira por donde, con el paso de las semanas no les interesa la droga sino prefieren leer un libro. 

Aquel soleado día de marzo María me dio la pieza de puzzle que me faltaba. Aquel día decidí que quería ser psicólogo. Después de eso todo iba rodado. No era complicado esforzarse todo lo que hacía falta para conseguir las notas necesarias para entrar en la carrera, apuntarme a las optativas que más me interesaban, participar en los proyectos que quería. Así, de un día para otro me ofrecieron ir a pasar todo el verano en Perú, una zona muy necesitada, de voluntario. Supe que las piezas del puzzle encajaban a la perfección. Desde entonces hasta finalizar mis estudios pasé todos los veranos en América. Nada más acabar ya no encontraba mi sitio en el lujoso Madrid y con la experiencia que ya tenía, y los contactos de todos los viajes, no me fue complicado encontrar el primer destino a largo plazo.